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Mujeres Vampiro:

La Condesa Sangrienta

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Más allá del simple mito que popularmente creó Bram Stoker, Drácula se postula hoy como uno de los personajes más terroríficos de la literatura universal. Sin embargo, existen algunos personajes reales que nos atemorizan mucho más que el mito. Erzsébet Báthory ha pasado a la posteridad como una de las mujeres vampiro más crueles de la historia.
Nació en el seno de una familia de nobles en 1561. Entre sus miembros destacaban príncipes de Transilvania y hasta un rey de Polonia. Con tan solo 11 años Erzsébet se comprometió con Ferencz Nádasdy, miembro de una de las familias más influyentes en la época. Finalmente la boda se llevó a cabo en 1575 en el castillo de Varanno.


A falta de hechos contundentes, son muchas las versiones que cuentan como Erzsébet Báthory empezó a interesarse por la sangre y por la tortura. Una de las versiones dice que su pasión por la sangre empezó un día mientras sus doncellas la peinaban y una de ellas, accidentalmente, le tiró del cabello a lo que ella reaccionó golpeando fuertemente a la joven y haciéndole sangre. Cuando dicha sangre salpicó en su cuerpo, Erzsébet se quedó gratamente sorprendida al ver que, en el lugar donde había caído la sangre de la doncella, su piel había adquirido un aspecto magnífico. Otras versiones, y ante la pronta preocupación de la condesa por mantener su belleza y juventud, relacionan a la condesa con la magia negra y las brujas que son las que le aconsejan que untándose sangre de mujeres, a ser posible de chicas jóvenes y vírgenes, impediría el envejecimiento.
A partir de estas versiones surgen otras con ligeras diferencias pero que, en cualquier caso, mantienen en común la sorpresa de la condesa sobre el efecto beneficioso de la sangre sobre su piel.


Pero su obsesión iba más allá de la simple fascinación por la sangre. La condesa disfrutaba torturando sádicamente a sus víctimas. Todo empezaba como un ritual haciendo que sus víctimas se lesionaran unas a otras con distintos objetos. Pero cuando no le satisfacía lo que veía, ella misma intervenía en el acto. Su máximo placer era contemplar el dolor ajeno, por ello le fastidiaba cuando una chica se moría demasiado rápido. Les cortaba trozos del cuerpo, les introducía atizadores de fuego al rojo por la vagina o por el ano y les hacía masticar los propios trozos de sus cuerpos.


Para sus rituales de tortura utilizaba muy diversos objetos tales como tijeras, tenazas, punzones, atizadores de fuego, cuchillas… así como otros instrumentos más elaborados como jaulas metálicas de forma cilíndrica y otro artilugio conocido como “La doncella de hierro”.  El primero de los objetos consistía en una jaula metálica con púas en su interior. La condesa introducía a la chica y una polea subía la jaula hasta una determinada altura. A continuación intentaba agredir a la chica con un hierro ardiendo de modo que, al retroceder, se clavaba las púas y poco a poco se iba desangrando. Para hacer más macabro el espectáculo Erzsébet se colocaba debajo para que la sangre le cayera encima. Por otro lado, “La doncella de hierro” consistía en una dama de metal que contenía puñales afilados en su interior. Mediante un mecanismo que se activaba desde fuera los brazos de la dama abrazaban a la víctima de modo que no pudiera escapar y poco a poco los puñales iban saliendo y clavándose en ella. Como colofón final, la sangre de la muchacha era almacenada normalmente en una bañera o algo similar para que más tarde la condesa pudiese darse un baño de sangre.


Según un diario que ella misma escribía anotando con minuciosidad el nombre de sus víctimas, “La Condesa Sangrienta” llegó a matar a más de 600 mujeres. La mayoría de ellas eran doncellas del castillo y muchachas del pueblo a las que supuestos cómplices habían ido a ofrecer trabajo. Cuando sus familiares preguntaban por ellas simplemente les decían que habían sido trasladadas a otro castillo. Así, en 1609 y ante la escasez de muchachas en el pueblo, Erzsébet empezó a tomar niñas de buena familia con el pretexto de educarlas.


Son también varias las versiones que nos cuentan como descubrieron los terribles crímenes de la condesa. Unas versiones dicen que el párroco del lugar, ante la cantidad de fallecimientos, dio la voz de alarma. Otras dicen que una de las doncellas consiguió escapar y denunciarla. En cualquier caso, en enero de 1611 se realizó el juicio contra Erzsébet. La vida de la condesa fue perdonada debido a que procedía de buena familia, no así la de sus supuestos cómplices. Sin embargo, la condesa fue condenada con emparedamiento en una de las torres de su castillo. Y allí permaneció encerrada en unas condiciones mínimas hasta que falleció en 1614.

María Cuevas

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