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SUEÑO O PREMONICIÓN

TUTMOSIS IV Y LA ESFINGE

Mi familia es muy aficionada a la caza y nos gusta correr por las dunas del desierto con nuestros carros mientras apuntamos a las piezas a abatir. El arco se convierte en una prolongación de mi brazo,  casi no apunto, es algo tan innato en mí que acierto sin necesidad de mirar el objetivo.


Cuando termina la caza, me quedo solo, quiero correr un rato por el desierto y olvidarme de todo.  Mi carro es veloz, los caballos son auténticos beduinos y como hijos del desierto están hechos a la carrera.
Siento calor y sed, mi garganta echa fuego y me paro a beber de mi odre. Solo unas gotas para no malgastarla. La gran esfinge y las pirámides me saludan desde su imponente altura y mi vista se extasía ante tan sorprendentes construcciones.
El calor está haciendo mella en mi cuerpo y me dejo caer en la única sombra que hay en muchos kilómetros. El rostro de la esfinge me da la paz y la tranquilidad que necesita mi cuerpo después de una gran carrera.
Mis ojos se relajan y presiento que me voy a dormir en cualquier momento. Me dejo mecer por el  silencio y la enorme paz de mis ancestros me inunda por completo.


Cuando despierto, sacudo la cabeza, he soñado o tal vez ha sido realidad. La esfinge me ha hablado, me pedía que la desenterrara y si lo cumplía haría que yo fuera faraón de Egipto. No sé qué hacer, pero mis creencias me hacen creer que todo ha sido una premonición de algo que puede pasar de verdad, así que me voy arriesgar y voy a cumplir con el sueño de la esfinge.



RAQUEL CAMPOS

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