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EL PODER DE LA MIRADA: MAL DE OJO

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El temido mal de ojo es fruto de la gran fuerza mental que ejercen algunas personas
Influjo maléfico procedente de la ojeada de ciertos individuos que provoca daños materiales, desdichas, dolencias, y en el caso límite, la muerte de quién sufre la acción, conocido por el nombre de aojado


Hace algunos años, en A Coruña, se dio un curioso caso en el que todos los dulces de crema de una pastelería se estropeaban cada vez que la misma persona pasaba  por el establecimiento. ¿El motivo?, Se dice que ese sujeto era capaz de ejercer el mal de ojo. La suma de su deseo de comer pasteles,  y su incapacidad de hacerlo por una enfermedad, resultó en una envidia que ejercía un daño involuntario hacia los deliciosos dulces que vendía el establecimiento.
“Nuestra mente es muy poderosa y la tenemos infrautilizada”, comenta la parapsicóloga y naturópata Marian Góngora. En cualquier caso, el mal de ojo no es una fuerza que pueda ejercer cualquiera. Marian, que lleva más de 25 años haciendo limpiezas de este tipo, quiere dejar claro que este es un fenómeno reservado  a ciertos individuos , personas  que tienen partes del cerebro más desarrolladas a la hora de recibir determinados estímulos :“ Si bien hay personas  sensitivas que pueden ver espíritus, existen personas que utilizan su poder mental para hacer el mal”.
Para los entendidos, lo de la denominación de mal de ojo es algo más bien metafórico, hablamos de seres que tienen una fuerza mental muy grande producida a través del tercer ojo, elemento que poco tiene con nuestros ojos físicos.” Es un ojo mental, no envías con tu vista rayos negativos. El tercer ojo habla de el poder que tiene nuestra mente para amar, para crecer, para estudiar, para destruir… para todo”, explica la parapsicóloga.
Por norma general, este embrujo tiene como agentes ejecutores personas adultas. En prácticamente todas las ocasiones que se da el mal de ojo, se considera que la envidia es la responsable de la adquisición de la enfermedad, pero entendiéndose envidia no tanto un sentimiento sino, más bien, una acción que despacio va trastornando y consumiendo a la persona. Es digno de destacar que la capacidad destructiva de la ojeada no solo se hace con mala saña, puede ser una acción involuntaria por parte de la persona que la efectúa. En este último caso, existe la tradición en Galicia de que  muchas personas que poseen dicha competencia y son conscientes  de poseerla, acostumbran a usar gafas para minimizar dicha acción funesta. Por otra parte, es posible de que el individuo no sea conocedor de su capacidad, por lo que  es mucho más difícil evitar los efectos que el embrujo puede ocasionar. Un buen ejemplo de esto podría ser  el llamativo caso de una paciente de corta edad a la que Marian trató hace unos años: “Era una niña  que cuando llegó  no podía comer, vomitada todo y los médicos no le encontraban nada. Llegó incluso a estar intubada al borde de la muerte. Hoy en día vive perfectamente, pero fue una niña que nació en una familia en el que había un familiar que no podía tener hijos. Éste poseía el poder sin saberlo, y sin querer hizo mal de ojo sobre la pequeña”.

Tradicionalmente, en Galicia, las personas aptas para ejercer el maleficio presentan una apariencia normal, y la fuerza de la ojeada es tan solo reconocible por los efectos que va dejando a su paso. Estos síntomas pueden ser  los normales que se pueden manifestar en cualquier enfermedad: malestares físicos, desasosiego, falta de apetito, dolores, , etcétera;  pero con la particularidad de que las personas que los sufren están clínicamente sanas. De hecho, Marian reconoce que muchas veces son los  mismos médicos los que le remiten a los enfermos debido a la imposibilidad de emitir un diagnóstico claro sobre lo que realmente les está pasando.

Asimismo, a diferencia de lo que se piensa, cualquier persona es susceptible de sufrir este mal, incluso la más positiva del mundo. De hecho, se han dado casos de gente que se lo provoca a ella misma. Un buen método para conocer si alguien ha sido aojado, es uno muy sencillo que se ha usado en las aldeas desde antaño: el supuesto doliente debe echar unas gotas en un cacharro con agua, si se separan en miles de gotas o se diluye en el agua es mal de ojo, si se junta todo en el centro, el paciente está sano. Desgraciadamente es muy difícil evitar el maleficio, Marian Góngora explica que se debe ser una persona con mucho poder mental para formar un escudo y poder protegerse de la llegada de este mal. Por eso, tan solo queda extraer el encantamiento cuando se ha sido embrujado. En función de la zona geográfica,  se aplican diferentes procedimientos para erradicar el maleficio; en Galicia, por ejemplo, una forma de curación consiste en poner la ropa del doliente debajo del manto de determinadas procesiones. La parapsicóloga  explica que ella normalmente utiliza una foto, una prenda de ropa de la persona aojada y unas oraciones muy antiguas para sacar el mal de ojo, aunque también hace uso de amuletos  “están bordados y cosidos por mí misma, llevan una serie de cosas dentro;  una preparación que es contra el mal de ojo, no se trata de medallas  que puedas adquirir en cualquier tienda”.  Del mismo modo, se consideran como talismanes adecuados una cuerda de siete nudos, un cuerno de carnero o de buey o un diente de jabalí. Estos amuletos los debe llevar la persona con ella o colocarlos en cualquier lugar de la vivienda.

El mal de ojo es  una dolencia  que ha preocupado  a la humanidad desde siempre. También a portugueses (mau olhado), franceses (fascination), italianos (jettatura) o alemanes (böse Auge), entre otros, les resulta familiar este fenómeno. Lejos de haber sido enterrado en el olvido por la era de la información y  de la tecnología, el mal de ojo es considerado una enfermedad, y sigue inquietando en la actualidad. Causa  fascinación porque pone sobre la mesa una de las grandes cuestiones a resolver desde el inicio de los tiempos: el gran potencial destructivo y creador de la mente humana.

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